¿Qué están haciendo contigo, Greta?


Greta ThunbergLa construcción del relato

La izquierda mundial desde hace décadas busca reposicionarse como fuerza política. Los temas que levanta, por lo general requieren la intervención del Estado para regular la voracidad del mercado, y ojalá atraer una nueva clientela demandante de regulaciones, impuestos específicos y de negocios de riesgo acotado, por medio de contratos con el Estado. Se trata entonces de un rediseño de la sociedad, de sus valores y de su organización económica, a partir de la intervención centralizada y con objetivos acotados pero múltiples.

Huérfana de un relato que no haya sufrido el escalofriante test de realidad, desde la caída del Muro la nueva izquierda busca situarse en un plano de igualdad lógica, racional y científica con el relato liberal. Científica: palabra añorada por los viejos cuadros de raíz marxista. Es la varita mágica que justifica los sacrificios de la historia, los altibajos asociados al ajuste necesario para acceder a un nuevo paraíso, y ganar elecciones a pesar de las turbulencias.

El calentamiento global, el cambio climático.

Cambio climático ha existido siempre, porque el clima está cambiando en forma permanente. El calentamiento global, por otra parte, podría estar acelerado por sobre su tendencia natural como efecto de la contribución del hombre.

Cabe formular preguntas al respecto, sobre todo si las respuestas imponen sacrificio. ¿Qué tan incidente es la actividad del hombre en el actual incremento de las temperaturas? ¿Se trata de una tendencia irreversible? Las tecnologías y modelos de desarrollo, ¿convergen con prácticas más cuidadosas con el medio ambiente, o son divergentes (y por tanto requieren la intervención del Estado)?

Por ahora no existe un consenso científico al respecto. Y este es un punto clave, porque las soluciones de emergencia suponen costos gigantescos para las personas y países más vulnerables de la humanidad. Y si algo nos enseña la historia económica es que la planificación del desarrollo, en general, erra el objetivo.

Consensos que no generan rédito político

¿De qué sirve una causa que no genera divisiones? Para la izquierda, de nada. Para la derecha, por otra parte, es una cuestión de prudencia política.

Hay que hacer todo lo posible por no contaminar y es imperativo reciclar,  es la responsabilidad que nos cabe como habitantes “de a pie” del planeta Tierra. Desde la derecha, no resultan “negacionistas” quienes cuestionan un diagnóstico que se parece más a un dogma. Tampoco es propiedad del progresismo el cuidado del medio ambiente.

Se requiere otra vuelta de tuerca al asunto si lo que se busca es llevar agua al molino de un sector político.

El valor de un símbolo

Pertenezco al grupo de los detractores de Greta Thunberg. Mi problema no es con ella sino con los que se esconden tras su imagen. Es una declaración necesaria antes de proseguir.

Un símbolo es poderoso porque elimina la necesidad de fundamentar una posición. Un símbolo que apele a la emoción y no a la racionalidad. Algo que establezca la línea divisoria entre buenos y malos, y que no admita tomar palco. Ahora sí estamos en terreno de Gramsci, en casa y trabajando.

¿Símbolo para qué? Aunque pueda sorprender, el cambio climático se podría volver el santo grial de la izquierda internacional: Remplazar el modelo de desarrollo por uno netamente progresista, con base científica y raigambre emocional.

El relato del cambio climático podría estar destinado a reemplazar los últimos vestigios de una armazón liberal que funcionó demasiado bien como para ignorarla. El cambio climático habría desnudado la falacia del liberalismo, erosionando la defensa de la libertad, de la propiedad privada, de la operación de los mercados y de la legítima desigualdad de resultados. ¿Será pedirle mucho millaje a esta causa? Es pronto para decirlo.

Greta no es un símbolo, pero sin Greta el símbolo se desdibuja

Podríamos ser acusados, razonablemente, de ver conspiraciones donde no las hay. De no querer ver los datos para no tener que unirnos al nuevo orden que asoma en el concierto internacional (nosotros, los anti-globalistas, aferrados al Estado-nación).

Claro, por tantos motivos no se puede decir que “este Rey” (o princesa) va desnudo, pero tres son los puntos que a mi juicio señalan una manipulación de la adolescente.

  1. La utilización de una niña que padece una sintomatología no menor (el síndrome de Asperger bordea el autismo) para satisfacer deseos ideológicos. Esta inmoralidad tiene nombre: pedofrastia (sí, el término es nuevo y está a tres pasos de la pederastia). Cuando decimos que hay deseos ideológicos de por medio, es con fundamento: Greta está apadrinada por el magnate Ingmar Rentzhog, presidente de Global Challenge, firma que cuenta con sectores políticos y activistas verdes en sus registros y que se define como un think tank. Esto no es por caramelos de dulce, porque Ingmar también participa de grupos de inversión en energía verde. Ingmar conoce a Greta antes de que comenzara con las marchas, y esto no parece una coincidencia. La génesis del activismo de Greta podría no ser tan espontánea. ¿Abuso y maltrato infantil?
  1. ¿Quién escribe sus discursos? No solo nos culpa del aceleramiento del calentamiento global, también de la desdicha que es su vida, y todo en una parrafada. ¿La crisis es tan grave que estamos enfrentando un evento de extinción masiva? bueno, ella va más allá de la hipótesis y lo afirma como un hecho que está sucediendo ya, ahora, pero lejos, en las antípodas de los menos privilegiados, los que a diferencia de ella no tienen voz. ¿Qué pensarán los adolescentes y niños que padecen el trabajo infantil en China o India? Le recuerdo a Greta –a los que están detrás– que el mundo para los desfavorecidos es hoy mejor que hace unos años. Tal vez Greta nunca sospeche (porque vive en el sopor de no carecer de nada) que si nos creyéramos su discurso, esos mismos niños verían súbitamente recortadas sus posibilidades de progreso.
  1. Por otro lado ─es imposible no darse cuenta─ los grandes medios hasta ahora comunican un movimiento ecologista exento de inversores y de estrategia comunicacional. Porque necesita ser puro, incontaminado, y ¿cómo podríamos dudar de una menor de edad completamente definida por su ideal? Debemos creer, si no queremos ser anatemizados, que se trata de un movimiento espontaneo, conducido por una adolescente que quiere salvar la tierra. Nos dicen que ella llega a Davos, Ginebra y la ONU totalmente sola en la lucha, y tiene voz. Un símbolo mediático se protege: Ella es una adolescente con su enfermedad a cuestas que llega a abrirnos los ojos, es una líder ecologista que se gana la atención mundial con dos trenzas, furia y un cartel frente al Parlamento Sueco. Ella es un símbolo llameante que opaca a la cobriza y deslavada Señora que, solitaria, la vio pasar Hudson arriba.

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